Alvaro Mattus-Donaire
por Alvaro Mattus-Donaire

Categorías

  • Personal

Viajar es una de las cosas que más me gusta y, afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacerlo. Esta vez, viajamos a San Pedro de Atacama, donde ninguno de los dos nunca había ido.

Fue más de lo que esperaba.

Al llegar, se iba haciendo de noche en el camino entre Calama y San Pedro (que son casi 100 km.) y eso podía haber sido profundamente fome, salvo por la salida de la luna llena (semana santa) que iba iluminando las siluetas de los cerros. La cordillera de Domeyko y la cordillera de la sal, donde no sabíamos que estábamos, se mostraban en las sombras.

El hotel fue muy cómodo, salvo por la cama que era dura y me despertaba cuando me movía con sus crujidos. Salvo eso, estaba muy bien.

El primer día, conocimos el pucará de Quitor y el mirador que está cerca. Fue una subida intensa, sobre todo con las vistas impresionantes de los cerros, volcanes, salar, valles, etc. El pucará mismo, aunque no puedes entrar, es impresionante. Su posición defensiva está escogida perfectamente, pues domina todo el valle.

El cielo se ve distinto con el filtro polarizado de la cámara. Primera vez que uso uno y creo que se nota, pero está bien.

Las cosas que había pensado ultimamente respecto a la depresión contrastaron con la belleza de todo lo que vi. Me di cuenta que necesito ir al psicólogo y/o psiquiatra y hacerme cargo.

El placer de viajar y conocer lugares bellos contrasta con el sentirme penca tan fuerte que no se puede hacer otra cosa que querer subir el nivel y mejorar.

Las lagunas en el salar, Toconao, la calidez de la señora que nos atendió en la tienda en su casa. Sus llamitas y su telar.

Las zozobras al ir a las lagunas escondidas de Baltinache, que tan escondidas no están porque parece que estaba lleno de gente; no lo pudimos saber: pinchamos la rueda. Correr en la medida de lo posible a Calama para encontrar una vulcanización.

Flotar, flotar, flotar en la laguna Piedra. Flotar como si no hubiera nada más, hacer fuerza para hundirse y no lograrlo.

La iglesia de San Pedro, en dos oportunidades: la primera noche y el último día. En semana santa, los santos y el altar cubiertos.

La resurrección.